martes, 14 de febrero de 2017

Atardecer en el Delta.

Delta del Tigre. 

Atardecer en el Delta.

Delta del Tigre.

Hacia un ocaso radiante. 

Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la canción estival.

En una huerta sombría,
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.

Yo iba haciendo mi camino,
absorto en el solitario crepúsculo campesino.

Y pensaba: «¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!»

Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.
Lejos la ciudad dormía,
como cubierta de un mago fanal de oro trasparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
Los últimos arreboles coronaban las colinas
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:

«Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera.»

Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
(Yo pensaba: ¡el alma mía!)

Y me detuve un momento,
en la tarde, a meditar...
¿Qué es esta gota en el viento
que grita al mar: soy el mar?

Vibraba el aire asordado
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.

En el azul fulguraba
un lucero diamantino.
Cálido viento soplaba
alborotando el camino.

Yo, en la tarde polvorienta,
hacia la ciudad volvía.
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras caer el agua se oía.

Antonio Machado.




El Muelle de la Isla Martín García.


La Noche

Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.

Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.

Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.

Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.

Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.

Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas.

Sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.

Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.

Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.

Alguna vez volveremos a ser.


Alejandra Pizarnik.

Isla Martín García.

Pista de aterrizaje del Aeródromo de Martín García.

Nubes (II)

Por el aire andan plácidas montañas
o cordilleras trágicas de sombra
que oscurecen el día. Se las nombra
nubes. Las formas suelen ser extrañas.
Shakespeare observó una. Parecía
un dragón. Esa nube de una tarde
en su palabra resplandece y arde
y la seguimos viendo todavía.
¿Qué son las nubes? ¿Una arquitectura
del azar? Quizá Dios las necesita
para la ejecución de Su infinita
obra y son hilos de la trama oscura.
Quizá la nube sea no menos vana
que el hombre que la mira en la mañana.

Jorge Luis Borges.

Amanecer en Martín García.


Y cantaban las piedras en el río

Y cantaban las piedras en el río
mientras mi corazón buscaba en vano
las palabras exactas en la tarde.
El Cerro Colorado soltó sus aguiluchos
y se quedó en silencio como un nido vacío.
El agua tiene pájaros; yo siento sus gorjeos,
El agua tiene penas, insomnios y delirios.
El agua es la conseja del abuelo
que midió el mundo con su paso firme
hasta encontrar la arena,
y envejecer tranquilo.
Y cantaban las piedras en el río.
En el arpa dorada de la tarde
guardé mi copla de guijarro antiguo.
Vino la noche al fin,
distinta en cada uno, para el caballo,
para el aire, la piedra y el camino.
Yo construyo la noche dentro mío.
Corro de estrella a estrella y las enciendo
Bebo en copa de ocaso los sueños y mi vida.
Mía es la noche azul y su misterio.
Veo como retornan los pájaros al monte.
Yo custodié sus nidos.
Los pastores ya bajan la montaña.
Los pastores construyen en la sierra su silbo.
Ya olvidé la belleza de la tarde.
Triunfó la noche azul sobre mis ojos.
La noche me salió como una estatua.
Para hacer su hermosura me salí de mí mismo.
Yo repartí en pedazos mi noche sobre el mundo.
Y me quedé esperando con la mano tendida.
Contemplando la arena, pura sombra infinita.
Yo, que hice la noche, me quedé sin mi noche.
Me quedé sin mí mismo.
Y el sueño me rondaba sin alcanzarme nunca.
Y cantaban las piedras en el río.

Atahualpa Yupanqui.


sábado, 11 de febrero de 2017

Postales de Martín García.


Jactancia de quietud.

Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros. 
La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo. 
Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos. 
Su día es ávido como el lazo en el aire. 
Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer. 
Hablan de humanidad. 
Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria. 
Hablan de patria. 
Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada, la oración evidente del sauzal en los atardeceres. El tiempo está viviéndome. 
Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia. 
Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana. 
Mi nombre es alguien y cualquiera. 
Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.

Jorge Luis Borges.

Amanecer en Martín García.


 El sol, el poema.

Barcos sobre el agua natal. 
Agua negra, animal de olvido. Agua lila, única vigilia. 
El misterio soleado de las voces en el parque. Oh tan antiguo.

Alejandra Pizarnik.

jueves, 9 de febrero de 2017

Kayak en Martín García.

Una de las actividades que se pueden encontrar en La Isla Martín García son las travesías en Kayak, desde el año 2006 durante Semana Santa se reúnen Kayakistas de Argentina y Uruguay en un encuentro que llego a superar los 500 participantes.
 La Marea es el Sitio oficial del Encuentro Nacional de Kayakistas Isla Martín García.

C.A.N.E.
Centro de Actividades Náuticas & Ecológicas Isla Martín García
Calle Bouchard esq. Cnel. Costa - Isla Martín García Pcia. de Buenos Aires - República Argentina
www.canemartingarcia.com.ar  / cane.img@gmail.com



miércoles, 8 de febrero de 2017

Amanecer en Martín García.


Poema del Río.

Únicamente el río conoce tu secreto, 
ese secreto tuyo que es el secreto mío.
El río es un hombre de corazón inquieto
pero el amor se aleja como el agua del río.
Únicamente el río nos vio por la vereda,
y el rumor de sus aguas era como un reproche.
Tu piel era más blanca bajo la magra seda,
como el deslumbramiento de la nieve en la noche.
No importa que huya el agua como un amor de un día;
mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya.
Únicamente el río supo que fuiste mía,
para que mí alma fuera profundamente tuya.
El río es como un viaje para el sueño del hombre,
el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje.
Únicamente el río te oyó decir mí nombre
cuando las hojas secas decoraron tu traje.
Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto
que va encendiendo hogueras y se muere de frío.
Únicamente el río conoce tu secreto.
Únicamente el río.

José Ángel Buesa.

martes, 7 de febrero de 2017

lunes, 6 de febrero de 2017

Lagarto Overo en Martín García.

Es muy común ver lagartos overos tomando sol en la Isla
 Martín García.
Lagarto Overo (Tupinambis teguixin), también llamado Iguana Overa o Teyú Guazú en guaraní, es el lagarto de mayor tamaño en nuestro país y uno de los mas corpulentos en todo el mundo. Puede medir cuando adulto 1,30 mts y excepcionalmente alcanzar 1,50 mts, de los cuales la mitad corresponde a la cola. En Argentina habita en la región pampeana, Mesopotamia y el chaco oriental. Prefiere ambientes húmedos y en la proximidad de ríos o arroyos. Cava su propia cueva con las garras de las patas traseras, en ella se refugia e hiberna durante el otoño e invierno. Su dieta varía según la edad y tamaño, es decir cuando pequeño come insectos e invertebrados y de adulto frutas, huevos de aves y reptiles, ratones etc.  En aquellos lugares donde no es cazado ni molestado se vuelven muy mansos y alcanzan los mayores tamaños.  

sábado, 4 de febrero de 2017

Atardecer en el Delta.

Delta del Tigre. 

Casa de Rubén Darío, Isla Martin Garcia.


La copa de las hadas.

 ¿Fue en las islas de las rosas,
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambre de mariposas?
Quizá.
En sus grutas doradas,
con sus diademas de oro,
allí estaban, como un coro
de reinas, todas las hadas.
Las que tienen prisioneros
a los silfos de la luz,
las que andan con un capuz
salpicado de luceros.
Las que mantos de escarlata
lucen con regio donaire,
y las que hienden el aire
con su varita de plata.
¿Era día o noche?
El astro
de la niebla sobre el tul,
florecía en campo azul
como un lirio de alabastro.
Su peplo de oro la incierta
alba ya había tendido.
Era la hora en que en su nido
toda alondra se despierta.
Temblaba el limpio cristal
del rocío de la noche,
y estaba entreabierto el broche
de la flor primaveral.
Y en aquella región que era
de la luz y la fortuna,
cantaban un himno, a una,
ave, aurora y primavera.
Las hadas ?aquella tropa
brillante?, Delia, que he dicho,
por un extraño capricho
fabricaron una copa.
Rara, bella, sin igual,
y tan pura como bella,
pues aún no ha bebido en ella
ninguna boca mortal.
De una azucena gentil
hicieron el cáliz leve,
que era de polvo de nieve
y palidez de marfil.
Y la base fue formada
con un trémulo suspiro,
de reflejos de zafiro
y de luz cristalizada.
La copa hecha se pensó
en qué se pondría en ella
(que es el todo, niña bella,
de lo que te cuento yo).
Una dijo: ?La ilusión;
otra dijo: ?La belleza;
otra dijo: ?La riqueza;
y otra más: ?El corazón.
La Reina Mab, que es discreta,
dijo a la espléndida tropa:
?Que se ponga en esa copa
la felicidad completa.
Y cuando habló Reina tal,
produjo aplausos y asombros.
Llevaba sobre sus hombros
su soberbio manto real.
Dejó caer la divina
Reina de acento sonoro,
algo como gotas de oro
de una flauta cristalina.
Ya la Reina Mab habló;
cesó su olímpico gesto,
y las hadas tanto han puesto
que la copa se llenó.
Amor, delicia, verdad,
dicha, esplendor y riqueza,
fe, poderío, belleza...
¡Toda la felicidad!...
Y esta copa se guardó
pura, sola, inmaculada.
¿Dónde?
En una isla ignorada.
¿De dónde?
¡Se me olvidó!...
¿Fue en las islas de las rosas,
en el país de los sueños,
en donde hay niños risueños
y enjambres de mariposas?
... ... ... ... 
Esto nada importa aquí,
pues por decirte escribía
que esta copa, niña mía,
la deseo para ti.

Rubén Darío.