jueves, 18 de enero de 2007


El Mundo
TIRADA HISTORICA.
La revista "Paris Match",
con las cuestionadas fotos vendió 1.800.000 ejemplares. (AFP)

POR PRIMERA VEZ HABLAN ALGUNOS DE LOS PROTAGONISTAS DEL SECRETO; Comienza a develarse el misterio sobre la última foto de Mitterrand.

La polémica imagen del ex presidente francés muerto fue capturada a hurtadillas, en el velorio.

LE MONDE. ESPECIAL PARA CLARIN

El lunes 8 de enero de 1996, al despuntar el día, la vida de Franois Mitterrand se apaga serenamente en la avenida Frédéric-Le-Play 9, a dos pasos de la Escuela militar, adonde se había retirado seis meses antes. Recién a las 10.55 llega el cable de AFP: "Mitterrand ha muerto, anunció su secretaría". Comienza el torbellino de las llamadas telefónicas y las visitas. La prensa no da más. Las necrológicas están listas, y los fotógrafos llevan semanas siguiendo al entorno de Mitterrand para contar sus últimos momentos en imágenes. Unos días antes, algunos paparazzi captaron su último fin de año en Egipto. Ahora quieren la foto en su lecho de muerte.Es una instantánea difícil de tomar y de publicar. En Paris Match, Roger Thérond quiere hacerlo. Para el director del semanario ninguna foto está prohibida. El sabe que un buen trabajo sobre hombres ilustres debe abarcar del nacimiento a la muerte. En la prensa, todos saben por ende que Paris Match puede comprar "la" foto. ¿Pero quién puede tomarla?Ese lunes, la familia de Mitterrand selecciona a quienes pueden ir al velatorio. Para acceder al muerto, hay que recibir una autorización solemne. En la otra punta de París, Pascal Rostain y Bruno Mouron, directores de la agencia Sphinx, están al acecho. Fueron ellos los que llevaron a Paris Match, en 1994, la primicia que mostraba por primera vez a Mitterrand, con la mano afectuosamente apoyada sobre el hombro de su hija oculta, Mazarine Pingeot. Ahora lo que querían era confiar la máquina a alguien para tomar la famosa foto. Sólo conocen a dos periodistas con posibilidades de acceder al cuarto donde lo velan. Claude Azoulay primero, el fotógrafo que sigue a Mitterrand para Paris Match desde 1979. Pero está demasiado enamorado de su sujeto. Para ese papel imaginan a Patrick Amory, cuentan hoy por primera vez. Alto y apuesto, de piel mestiza, siempre elegante y una labia incomparable. Se presenta alternativamente como antropólogo, modelo, etnólogo o profesor de gimnasia. Se hizo conocer en 1987 con un libro, Mission oxygène, dedicado a Greenpeace. Amory tiene el arte de suscitar confidencias y convertirlas en libros. Hace años logró entrar en la intimidad de los Mitterrand. La de Jean-Christophe, el hijo mayor, y la de su madre, Danielle. La ayuda a escribir su autobiografía. Rostain y Mouron le entregan una Minox 35, una de las máquinas fotográficas más pequeñas en el mercado. Más aún, ajustan la máquina para él. Saben que la habitación forzosamente estará iluminada con una luz tamizada. Eligieron una película de 800 ASA y bloquearon con cuidado la distancia en 3 metros, para una foto de pose lenta en 30 segundos. "Lo único que tenés que hacer es quedarte quieto y apretar el botón", le explican. La máquina tiene un gran angular, lo que permite abarcar todo el cuarto, pero al ser muy pequeña puede guardarse en un bolsillo.Mitterrand descansa sobre la cama, vestido con un traje gris oscuro. Su rostro está sereno, levemente maquillado. En la pared, hay un grabado de Venecia. En la pequeña biblioteca, obras sobre arte románico y el Libro de los muertos. En la mesa de noche, una novela de André Gide.El lunes, Amory pasa para apuntalar a Danielle. Regresa el martes, sin que nadie se sorprenda. ¿Acaso la seguridad no lo considera desde el verano como un íntimo de la familia? Nadie se sorprende tampoco con la llegada de Claude Azoulay. En su bolsillo se oculta la máquina de fotos de la que nunca se separa. Se recoge unos minutos. Emocionado, besa los pies del yaciente. El fotógrafo de Paris Match observa el enorme retrato de Mitterrand, pintado con mina de plomo por Frédéric Pardo. Azoulay saca la máquina del bolsillo y, frente a guardias y amigos, lo inmortaliza varias veces. El fin de semana siguiente, en la sede de Paris Match, Michel Sola, jefe de redacción, recibe una llamada de Thérond. "Va un taxi con fotos en un sobre", gruñe el jefe, lacónico. A las pocas horas, un chofer de taxi le entrega un sobre de papel madera. En el interior, tres negativos que manda de inmediato al laboratorio. Las fotos son las de Mitterrand en su lecho de muerte. Técnicamente buenas. El encuadre es perfecto.Thérond en persona elige dos. "¿Por qué te preocupa lo que van a decir? Hoy pueden criticarte por una foto que dentro de diez años será una obra maestra". Adivinando el escándalo, decide entonces acompañarlas con retratos póstumos famosos: uno de Victor Hugo por Nadar, otro de Marcel Proust por Man Ray y la máscara mortuoria de Napoleón I por el doctor Arnot. Cuando sale la revista el martes 16 de enero, dos días antes de la fecha habitual, la tirada es de 1.800.000, la venta histórica. Las miradas indignadas del entorno de Mitterrand se vuelven de inmediato hacia tres personas. Azoulay, a quien todos vieron con su máquina. Se sospecha del doctor Jean-Pierre Tarot e incluso del novio de Mazarine. Azoulay es acusado de traición. Dejan de estrecharle la mano. Le dan vuelta la cara. La justicia inicia una investigación. Interrogado por la policía, Roger Thérond se niega a dar el nombre del fotógrafo. Después de defender "el interés histórico de las fotos", admite que se trata de un "conocido de la familia Mitterrand". La investigación judicial nunca revelará el misterio de la identidad del fotógrafo. La revista es condenada a pagar 1 franco simbólico por publicar las fotos sin consentimiento, basados en que el derecho a la vida privada no termina con la muerte. El impacto se atenuó. Thérond murió en 2001 después de haber liberado a Azoulay de toda responsabilidad. Amory sigue trabajando con Danielle Miterrand y hoy asegura que devolvió la máquina de fotos a los editores de Paris Match, diciéndoles: "Esto —por la cámara— no funcionó". "Thérond se fue con su secreto", se felicita Amory, despejando con esa fórmula las sospechas que pesan sobre él. La familia Mitterrand, que había hecho prohibir durante nueve meses el libro del doctor Claude Gubler que relataba el cáncer del jefe de Estado, adoptó al parecer las costumbres de Mitterrand, que nunca atacaba a la prensa ante la Justicia."A todos en la familia la foto les pareció magnífica", dice hoy Jean-Christophe Mitterrand. "Curiosamente, mamá no la sintió como un ataque, le parecía muy buena incluso, una foto digna de una tradición decimonónica, que inscribía a papá en la línea de Victor Hugo", llegó a escribir Mazarine Pingeot. En el Musée d'Orsay, donde su madre es curadora, se organizó hace 4 años una muestra dedicada al género particular del "Ultimo retrato".En el catálogo, se menciona que Francois Mitterrand había estado observando con recogimiento la foto — anónima — de Léon Blum en su lecho de muerte. En aquel momento había dicho, con admiración: "Conquistar un rostro como éste, es el significado del socialismo".

(Fuente: Diario Clarin, Jueves 18 de enero, 2007)

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